Vivir con miedo o de cómo huir de aquí
¿Algún país ha enfrentado una violencia semejante a la que ha prevalecido en México?
¿Algún país ha enfrentado una violencia semejante a la que ha prevalecido en México?
Entre la guerra contra el narcotráfico y las sangrientas batallas territoriales, protagonizadas por los cárteles de la droga, nuestro país ha vivido un infierno y el saldo es escalofriante: centenares de muertos, huérfanos y viudas; miles de personas desaparecidas y comunidades enteras desplazadas de sus tierras.
Durante tres sexenios, la violencia criminal y la complicidad de los gobiernos y autoridades han dañado profundamente el tejido social, la tranquilidad de los pueblos, la supervivencia de las familias y el futuro de generaciones enteras.
En la última actualización del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas hay un total de 89 mil 488 personas desaparecidas. Mujeres, hombres, adolescentes y niños que podrían estar en los Servicios Médicos Forenses de todos los estados del país, donde se calcula la existencia de 30 mil cuerpos sin identificar, o en las mil 749 fosas clandestinas en las que se exhumaron 3 mil 25 cuerpos.
Jalisco, Tamaulipas, el Estado de México, Veracruz y Nuevo León concentran el 70 por ciento de las personas desaparecidas y no localizadas. Sin embargo, los estados de Michoacán, Zacatecas y Guanajuato son el escenario de cruentas batallas entre las bandas del crimen organizado, que se disputan territorios para el trasiego de drogas, armas y tráfico de personas.
La guerra frontal contra el narco de Felipe Calderón ni la política conciliadora del gobierno de Andrés Manuel López Obrador han logrado cambiar el rostro sangriento de una Nación aturdida y lastimada durante décadas. Ayer, el mercado ilegal de drogas estaba dominado por la marihuana, luego por la cocaína. Hoy, el fentanilo es el generador de las millonarias ganancias de los narcotraficantes.
La secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, se entretiene con la logística del Plan Nacional de Vacunación y del Tianguis del Bienestar, en lugar de diseñar, planear, ejecutar y coordinar las políticas gubernamentales en materia de seguridad pública. Son los mandos militares los que tienen el control de la Guardia Nacional y del Centro Nacional de Inteligencia.
Un aparato de seguridad fracasado, incapaz de enfrentar al crimen organizado, contener la creciente violencia, ni reducir la comisión de delitos.
Mientras tanto, son las familias mexicanas las que ponen los muertos y sufren el dolor de la tragedia: suplican clemencia a los narcos para seguir buscando a sus familiares desaparecidos, buscan asilo político en otros países para sentirse a salvo de las amenazas de los criminales y lloran la pérdida de sus seres queridos.
¿Algún día México despertará de esta pesadilla?
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