La carrera presidencial

El dedazo -la vieja práctica que los presidentes del PRI utilizaron por siete décadas para imponer a su sucesor, y así garantizar la continuidad de su legado-, resurgió con las corcholatas

Corcholatas de Morena
FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

La carrera presidencial en México arrancará oficialmente hasta el próximo año, pero el juego del “tapado”, convertido en un ridículo juego de las “corcholatas”, seguirá siendo el centro de atención en la arena política. 

Desde junio de 2021, desde Palacio Nacional se impuso en la agenda de la discusión pública el tema de la sucesión presidencial.

El dedazo -la vieja práctica que los presidentes del PRI utilizaron por siete décadas para imponer a su sucesor, y así garantizar la continuidad de su legado-, resurgió con las corcholatas

Con el destape anticipado de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, impulsados desde el epicentro del poder político, el Palacio Nacional, los suspirantes presidenciales tuvieron luz verde para protagonizar mítines en las plazas públicas y para contratar estrategas de campaña y de comunicación digital  

Las redes sociales y los medios de comunicación han reportado eventos públicos donde las “corcholatas” se disputan las porras y aplausos; videos casuales de políticos disfrazados de cantantes, con guitarra incluida; y el ofrecimiento de atender inquietudes ciudadanas a través de WhatsApp. 

Es cierto que los sondeos de opinión aún reflejan altos niveles de popularidad de Andrés Manuel López Obrador y que los suspirantes de Morena encabezan las encuestas.

Incluso, tres de cada cuatro grandes inversionistas, encuestados por la firma financiera Credit Suisse, consideran que en las elecciones presidenciales de 2024 se impondrá el candidato de Morena

Pero hay una pregunta que ronda en la mente de todos. ¿Es viable que el candidato de Morena triunfe como lo hizo AMLO en 2018?  

A diferencia de lo que ocurrió en 2018, cuando Morena llegó a la disputa electoral en un ambiente de unidad en torno a un jefe máximo, el partido en el poder empieza a mostrar fisuras.

Las guerras entre las tribus parece ser un karma para la izquierda mexicana. Esa es la principal debilidad del Movimiento de Regeneración Nacional, porque ya empieza a desmoronarse. 

Sin embargo, la debilidad de la Alianza Opositora también es evidente. El PAN, Movimiento Ciudadano, PRI y PRD no han logrado articular una propuesta de oposición efectiva al régimen de Morena. 

 Más allá del dudoso comportamiento del PRI, que parece más preocupado por proteger a Alejandro Moreno, la oposición no ha sabido utilizar a su favor el desencanto ciudadano por la carestía de alimentos, los escándalos de corrupción, el desabasto de medicinas y los graves problemas de inseguridad que se registran en grandes extensiones del país. 

Claudia Sheinbaum ni Marcelo Ebrard cuentan con el carisma que tuvo López Obrador como candidato. La popularidad no se hereda y ninguno de ellos ha conseguido conectar con el electorado, ni siquiera cuentan con el apoyo unánime de las bases de Morena.

El problema es que en la denominada Alianza Opositora tampoco hay a la vista una figura con peso político específico. 

Pero hay un factor que no ha sido suficientemente valorado. En 2018, varios gremios y organizaciones sociales vieron con esperanza la opción de López Obrador. Hoy no.

Científicos, ecologistas, defensores de derechos humanos, colectivos feministas y organizaciones de apoyo a personas víctimas de la violencia son los principales críticos del régimen de Morena. El ejecutivo no solo los ignoró, sino que durante cuatro años seguidos han sido descalificados, injuriados y calumniados

¿Quién va a enarbolar las demandas de la clase media?