La alianza se desmorona
Posible final de la alianza Va por México dejará lastimados a sus tres integrantes 2y, aunque no lo parezca, también al gobierno", dice Sergio Sarmiento.
Siempre fue una alianza contra natura, por lo menos para quienes piensan que la política es el arte de promover ideas para la vida pública. Ahora se acerca a un posible final que deja lastimados a sus tres integrantes… y, aunque no lo parezca, también al gobierno.
El presidente López Obrador ha promovido desde hace tiempo el rompimiento de la alianza Va por México. Entendió que el partido que con mayor facilidad podría desprender de la coalición sería el mismo con el que él había iniciado su vida política. Desde hace meses, cuando se votó la reforma constitucional en materia de energía, pidió a los priistas que abandonaran su alianza con el PAN y apoyaran al gobierno. Como no lo logró, lanzó una dura campaña de propaganda contra priistas y panistas acusándolos de ser traidores a la patria. Al presidente del PRI, Alejandro Moreno, “Alito”, lo atacó a través de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, que divulgó grabaciones que mostraban los peores aspectos del dirigente. Finalmente, Alito accedió a respaldar al gobierno en el tema de la militarización de la Guardia Nacional… y como por arte de magia cesaron los ataques.
“Yo pienso que hace bien el PRI en rectificar”, declaró el presidente López Obrador el 6 de septiembre. “Es que desde Salinas se emPANizaron, o sea, un partido surgido de una revolución ejemplar, la primera revolución social del siglo XX… ¿Qué ha ganado el PRI con esa alianza?”.
La alianza no ha sido fácil ni para el PRI ni para el PAN. Durante décadas los priistas se acostumbraron a trabajar desde un partido hegemónico; su actual situación, en una debilitada alianza opositora, los deja incómodos e insatisfechos. No son un partido de ideología: han pasado de la derecha a la izquierda sin sonrojo; pero sí son de cercanía al poder. El PAN, en cambio, tiene una ideología muy clara, de centro derecha, inspirada por la democracia cristiana europea, pero una de sus razones de existir fue siempre ser oposición al PRI, el partido hegemónico y autoritario. A muchos panistas les ha costado un enorme trabajo aceptar la alianza con el PRI.
El actual rompimiento pone en duda las posibilidades de cualquier partido de representar un verdadero rival para Morena, pero por lo menos aclara el ambiente. El PAN puede ser ya abiertamente panista, sin tratar de defender a un incómodo dirigente priista; el PRI puede regresar a su vocación original, estar cerca del poder.
Pero cuidado, porque al final todos pierden. Las diferencias internas en el PRI se han multiplicado y vemos hoy como unos diputados priistas respaldan a Alito en su nuevo acomodo con el gobierno, mientras que los senadores, agrupados en torno a Miguel Ángel Osorio Chong, rechazan a su presidente nacional y cualquier arreglo con el régimen.
El PAN se ha desdibujado ante los ojos de sus simpatizantes más sólidos. Para ellos la alianza con el PRI ha dejado heridas que tardarán mucho en sanar y que socavan la fortaleza electoral del partido.
El PRD, el partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1989, se ha mantenido unido al PAN, pero realmente su posición es cada vez más precaria. Si tuviera hoy que enfrentar una elección en solitario, se esfumaría sin ruido ni atención.
También el presidente López Obrador pierde en esta disolución de Va por México. Los grandes estadistas siempre han sabido que una buena oposición, una oposición sólida e inteligente, ayuda a gobernar bien. Cuando un mandatario no tiene una real oposición, sus decisiones se vuelven erráticas y autoritarias. Hoy, casi al iniciar el cuarto año de gobierno, cuando las lisonjas de los cortesanos se vuelven empalagosas, el presidente necesita más que nunca una buena oposición para actuar con eficacia en beneficio de los ciudadanos mexicanos.