Persistentes homicidios
Una columna de Sergio Sarmiento.
El asesinato de dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, así como de un guía de turistas, Pedro Palma, en la sierra Tarahumara de Chihuahua, ha generado una vez más cuestionamientos sobre la manera en que el gobierno está enfrentando la lucha contra el crimen organizado. De nada sirve que los encargados de la seguridad pública presenten mes con mes cifras que presuntamente demuestran que los delitos en el país están disminuyendo cuando se registran asesinatos tan notados y dolorosos como estos.
El gobierno del presidente López Obrador ha afirmado que heredó una inseguridad rampante de sus predecesores, pero que está tomando medidas para atacar las causas de fondo de la situación. Estas medidas son, principalmente, programas sociales que benefician a los jóvenes que no tienen trabajo ni empleo. El presidente sostiene que de esta manera el crimen organizado ya no podrá reclutar a jóvenes para sus filas. Tanto AMLO como los miembros de su equipo han afirmado que la tendencia de crecimiento de los homicidios se ha estabilizado y ha empezado incluso a bajar en los últimos años.
Las cifras que emite el propio Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública sugieren que, efectivamente, la curva de homicidios dolosos se aplanó después de registrar una tasa de crecimiento importante desde mediados del sexenio de Enrique Peña Nieto y que se mantuvo hasta 2019, ya en el gobierno de López Obrador. En 2022, sin embargo, se está registrando un repunte. De cualquier manera, los homicidios acumulados en tres años y medio de gobierno de López Obrador son ya más que los que tuvieron lugar en todo el sexenio de Felipe Calderón.
La idea del presidente de que la mejor manera de reducir la violencia es repartir dinero entre los jóvenes de escasos recursos parte de la suposición que los pobres son más proclives a la violencia que las clases medias. No hay ninguna indicación, sin embargo, de que eso sea verdad. Tampoco hay razones para pensar que recibir una pequeña cantidad de dinero al mes disuadiría a un joven de unirse a una banda del crimen organizado.
Hasta ahora, de cualquier manera, no hay señales de que la estrategia esté funcionando. El número de homicidios parece subir y bajar en oleadas a lo largo de los años, pero manteniendo en general una tendencia ascendente. Detrás de las estadísticas, por otra parte, hay numerosas historias humanas que es difícil borrar, como las de estos dos jesuitas y el guía de turistas asesinados en la Tarahumara de Chihuahua.
Twitter: @SergioSarmiento