Violencia sin control
Frente a esto, el gobierno federal ha respondido de la peor manera con una penosa gestión de la emergencia
Que en un país en permanente violencia se hable de una nueva crisis, es ya mucho decir. Sin embargo, eso es lo que corresponde ante los hechos de la última semana, que han sacudido entre otros, a los estados Guanajuato, Jalisco, Baja California y Chihuahua, que tan solo en los últimos días han enfrentado desde toques de queda, hasta asesinatos de personas civiles de forma indiscriminada, acompañados por incendios de locales, autos y otras demostraciones de poder del crimen organizado.
Se trata de acciones que afectan la vida cotidiana de millones, que tan solo como ejemplo, han visto la cancelación de conciertos, partidos de futbol y hasta eventos políticos, como efecto de este clima de inseguridad.
Frente a esto, el gobierno federal ha respondido de la peor manera con una penosa gestión de la emergencia. En términos generales, cuando ocurre una crisis la autoridad debe responder tres preguntas, qué pasó, quién es el responsable y qué hará para que no vuelva a ocurrir. En este caso, han fallado en las tres respuestas.
Primero, al no reconocer lo grave de los hechos. Señalar, por ejemplo, que lo de Baja California no fue serio, constituye una evidente falta de empatía con quienes se tuvieron que encerrar en sus casas o incluso permanecer del otro lado de la frontera con tal de no enfrentar la situación.
En segundo lugar, atribuir todo a la oposición, o todavía más absurdo, al éxito de la estrategia del gobierno, constituye un sinsentido pues es increíble el argumento - planteado por los funcionarios federales del gobierno - que sostiene que estas acciones cuasi terroristas, son prueba de lo bien que van los golpes al crimen.
Y como es natural, si no hay una lectura correcta de los hechos, y no hay una atribución adecuada de las responsabilidades, es evidente que lo que se haga en respuesta no genera la certeza de que algo así no habrá de ocurrir de nuevo.
El país atraviesa un momento muy delicado, y a estas alturas es evidente que la (no) estrategia del gobierno en materia de seguridad, no ha funcionado. Reconocerlo es el primer paso para poder hacer frente a una situación que ha demostrado que aún con los actuales niveles de tragedia, todavía se puede poner peor.