Violencia machista entre adolescentes
La violencia nos asfixia y no hemos sido capaces de detectar patrones y sancionarla dentro y fuera de casa
El cuerpo inerte de una niña de 13 años fue hallado en un terreno baldío de Ciudad Juárez, Chihuahua. La pequeña fue abusada sexualmente y luego estrangulada por sus agresores, quienes la envolvieron en una cobija y la abandonaron entre tierra y matorrales.
Los presuntos responsables ya fueron detenidos. Tres adolescentes de 15, 16 y 17 años fueron acusados por la Fiscalía de Justicia de Chihuahua. Los tres menores de edad deberán responder ante un Juez Especializado en Justicia para Adolescentes, por delitos de alto impacto: violación y feminicidio.
El caso que ha conmocionado a la sociedad, lamentablemente, no es una novedad. Se trata de la continuación de la violencia machista que ahora ha alcanzado a los adolescentes de México.
Reiteradamente hemos señalado la gravedad de la violencia feminicida. De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), los feminicidios alcanzaron en agosto su registro más alto desde 2015, al sumar 104 crímenes.
Desde 2015, cuando México comenzó a registrar el homicidio intencional y violento de las mujeres, se han contabilizado cinco mil 219 víctimas mortales, un promedio anual de 745 vidas truncadas de niñas, adolescentes, mujeres y adultas mayores.
El reporte más reciente del SESNSP señala que el Estado de México, con 97 feminicidios, ocupa el primer lugar en el número de homicidios dolosos cometidos contra mujeres de todas las edades, seguido por Jalisco, Veracruz y la Ciudad de México, con 51, 50 y 42, respectivamente.
Aunque a nivel nacional ha bajado la incidencia de secuestros, en los que las mujeres son las víctimas, se ha detectado un alza considerable en los delitos de feminicidio y lesiones, con aumentos del ocho y 10 por ciento.
Los números no mienten, las historias destrozadas tampoco. Es posible que los menores infractores que victimaron a la pequeña de 13 años también sean víctimas de la violencia, la pobreza o la influencia nociva de algún familiar cercano.
Quizás un trauma psicológico o emocional los llevó a iniciar su vida delictiva a más temprana edad. O el uso de drogas y enervantes alteraron un comportamiento tranquilo y familiar. Corresponderá a las autoridades ministeriales probar su culpabilidad en el caso y los jueces deberán castigar a los responsables.
A la sociedad en su conjunto nos toca mirar con autocrítica el caso. La violencia nos asfixia y no hemos sido capaces de detectar patrones y sancionar la violencia dentro y fuera de casa. Es imprescindible cuidar a nuestras niñas, niños y adolescentes, garantizar su educación y salud mental. Aún no es tarde.