Urzúa con Xóchitl
El periodista Sergio Sarmiento aborda la cercanía de Carlos Urzúa con AMLO y su ahora integración al equipo de Xóchitl Gálvez.
Fue un jugador clave en los primeros momentos del gobierno de López Obrador. Lo acompañó durante la campaña de 2018 y fue su primer secretario de Hacienda. Ya con anterioridad, a principios de siglo, había sido su secretario de Finanzas en el gobierno del Distrito Federal. El presidente lo ha conocido desde hace muchos años y, por lo menos hasta ahora, siempre habló de su calidad como economista y de su integridad personal.
Tengo mis dudas de que lo siga haciendo en el futuro. Ayer Xóchitl Gálvez, la virtual candidata del Frente Amplio por México a la Presidencia de la República, anunció que Carlos Urzúa se ha sumado a su campaña. “Es un ciudadano, no tiene partido político –dijo la senadora--, pero sí tiene mucho talento y mucha capacidad. Y muy desencantado, como miles de mexicanos que creyeron en este proyecto y que se alejaron porque no cumplió con las expectativas que ellos tenían”.
Urzúa no fue nunca uno de esos militantes radicales de izquierda. No era un ideólogo sino un técnico capaz. Tenía también una clara conciencia social. Quizá por eso era tan importante para AMLO en sus tiempos de candidato, cuando fue presidente electo y al empezar su trabajo como presidente de la república. Urzúa era el economista prudente y sensato que mandaba el mensaje a los inversionistas nacionales y extranjeros de que López Obrador no desquiciaría la economía, que realmente encabezaría una transformación constructiva para mejorar la vida de los mexicanos, no para despedazarla. Urzúa se había comprometido a mantener un manejo de las finanzas públicas y de la economía alejado de los extremismos de izquierda o de derecha.
Solo ocho meses permaneció en el cargo de secretario de Hacienda. Al renunciar se quejó de que el presidente tomaba decisiones económicas sin considerar la evidencia y sin entender las posibles consecuencias. Protestó también por la imposición de funcionarios sin conocimiento de la hacienda pública en cargos de relevancia económica. Al renunciar a su posición en el gabinete federal dijo: “Las convicciones anteriores no encontraron eco”.
Hoy el doctor Urzúa ha decidido apoyar públicamente la campaña de Xóchitl Gálvez. El pronunciamiento hará que lluevan sobre él los vituperios tan comunes de las huestes de la Cuarta Transformación. Para quienes consideran este movimiento como una religión, quienquiera que se aparte del dogma es anatema. Por eso acusarán a Urzúa de traidor, conservador y reaccionario, de haber cambiado sus convicciones.
Pero no hay ningún indicio de que Urzúa haya cambiado sus convicciones. Sigue sosteniendo la necesidad, por bien de los pobres, de conducir la economía por un sendero alejado de los extremismos. Quien modificó sus posiciones es otro. Ya saben quién.