Tácticas de guerra
Desde 2014 las autoridades mexicanas detectaron que el crimen organizado ya utilizaba las llamadas minas terrestres, en la disputa de territorio con sus adversarios
Durante décadas, las minas antipersonales han sido utilizadas en diversos países del mundo, tanto en conflictos armados entre las naciones, como en las guerras intestinas que tienen lugar entre un gobierno y fuerzas insurgentes.
Estos artefactos explosivos afectan, sobre todo, a las personas más vulnerables y menos culpables de los conflictos. Según los expertos, siete de cada 10 víctimas son civiles y más de la mitad son menores de edad. De hecho, el número de niñas y niños lastimados por estas explosiones ha crecido un 12 por ciento en el mundo, durante el último lustro.
Desde 2014 las autoridades mexicanas detectaron que el crimen organizado ya utilizaba las llamadas minas terrestres, en la disputa de territorio con sus adversarios. Hoy, la alarma es generalizada en el estado de Michoacán, con la muerte de la primera persona víctima de las llamadas tácticas de tierra quemada.
Las minas antipersonales empezaron a utilizarse desde la Segunda Guerra Mundial. Se cree que en el mundo hay aproximadamente 110 millones de minas terrestres todavía enterradas y potencialmente detonantes, ocultas en edificios, entre los escombros y el campo abierto de territorios lastimados por los conflictos bélicos.
Desde Egipto -donde hay 23 millones de minas terrestres sin desactivar, el 20 por ciento del total mundial-, hasta países como Afganistán, Siria, Ucrania, Angola, Bosnia, Camboya, Chad, Croacia, Irak, Tailandia, Turquía, Yemen, Azerbaiyán y Colombia.
En nuestro país, la Procuraduría General de la República detectó hace ocho años que Los Zetas e integrantes del Cártel del Golfo habían obtenido minas Claymore que Estados Unidos habría vendido al gobierno de El Salvador, para enfrentar la guerra de guerrillas de los 90s.
Incluso, versiones periodísticas señalaron que las autoridades aseguraron varios artefactos explosivos en los estados de Tamaulipas, Michoacán, Nayarit y Zacatecas; y otro tanto en Chiapas y Tabasco.
Hace unos días, en el municipio de Aguililla, Michoacán, un hombre de 78 años pisó el detonador de una mina terrestre y murió al instante. Su hijo resultó gravemente herido. El doloroso suceso ocurrió en un territorio controlado por el Cártel Jalisco Nueva Generación, que ha hecho alarde de un poderío militar, mostrando en videos y fotografías desafiantes un arsenal compuesto por armas de alto poder, equipos blindados y hasta drones cargados de dinamita.
Al bloqueo de carreteras, cuerpos encobijados, automóviles incendiados, casas reventadas por las balas, cadáveres calcinados, asesinatos a mansalva, cabezas humanas abandonadas en una carretera, extorsiones y familias enteras desplazadas de sus pueblos por el miedo, hoy se suma el peligro de las minas antipersonales.
Artefactos explosivos diseñados para provocar daños graves e irremediables. Las víctimas sólo tienen dos caminos: la muerte y la mutilación.
Los decesos se cuentan por miles y los sobrevivientes sufren amputaciones, mutilaciones genitales, lesiones en órganos internos, quemaduras e infecciones dolorosas e incapacitantes. El horror de una guerra que está lejos de terminar lamentablemente.