Revolución de Ayotzinapa

El periodista Sergio Sarmiento aborda el origen de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa y como el asesinato de un normalista y la desaparición de los 43 está pegando al gobierno de AMLO.

Sergio Sarmiento aborda como el caso Ayotzinapa pega al gobierno de AMLO.
FOTO: Cuartoscuro

Andrés Manuel López Obrador forjó desde la oposición una alianza con el movimiento de Ayotzinapa. Le sirvió para despedazar la imagen del presidente Enrique Peña Nieto, pero ahora a él le está tocando enfrentar no a una escuela normal sino un movimiento político mucho más radical que él mismo.

La Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, Ayotzinapa, tiene una historia de violencia alineada con el propósito de sus fundadores de usarla como plataforma para una revolución. Moisés Sáenz, quien impulsó el proyecto de las normales rurales en la década de 1920, decía que estas escuelas debían tener la capacidad para preparar mentores y líderes sociales.

Ayotzinapa fue fundada en 1926 bajo esta concepción. No debe extrañar que de ella hayan surgido guerrilleros como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. En sus murales se muestran imágenes no de los héroes nacionales, como Hidalgo o Madero, sino del Che Guevara, Marx, Engels, Lenin y el subcomandante Marcos. Los famosos “43” se han convertido en una bandera más para esta escuela y sus propósitos revolucionarios.

Los normalistas han sufrido violencia, pero también la han cometido. El 12 de diciembre de 2011 realizaron un bloqueo en la Autopista del Sol cerca de Chilpancingo. Cuando la policía estatal de Guerrero trató de desalojarnos, respondieron con piedras y bombas Molotov e incendiaron una gasolinera vecina. Un trabajador, Gonzalo Miguel Rivas Cámara, trató de sofocar el fuego antes de que llegara a los depósitos de combustible, lo cual habría generado una explosión que habría causado decenas de muertos. Sus quemaduras le provocaron la muerte el 1 de enero de 2012.

La tragedia de Iguala de septiembre de 2014 le ha dado nueva vida a la rebelión que Ayotzinapa quiere encabezar. Los líderes han tratado de manipular la investigación para sus causas políticas. Se han negado a aclarar, por ejemplo, quién y por qué mandó a un grupo de estudiantes de primer grado a una incursión a Iguala esa noche. Hay razones para pensar que algunos líderes y estudiantes tenían relación con un grupo criminal. Han rechazado también la versión de que los muchachos fueron secuestrados por policías municipales, para ser entregados a criminales, que luego los ejecutaron y quemaron. Su posición ha sido siempre: “Fue el Estado”. Antes que saber la verdad les interesa plantar las semillas de la revolución.

López Obrador aprovechó el movimiento para su carrera presidencial, pero ahora sufre las consecuencias. Los líderes de Ayotzinapa insisten en que la responsabilidad de la matanza fue del Estado y en particular del Ejército, pero no solo no hay pruebas, sino que a AMLO le interesa mantener una alianza con las fuerzas armadas. Es cierto que ha encarcelado al exprocurador Jesús Murillo Karam, pero las pruebas en su contra son inexistentes.

La situación cada vez se le complica más al presidente. Un grupo de normalistas destruyó una puerta de Palacio Nacional. Después, otros fueron baleados por policías estatales de Guerrero. Los activistas de la escuela atacaron la sede de la FGR en Chilpancingo, dejando cuatro heridos y pérdidas materiales. Los líderes del movimiento no están dispuestos a contentarse con el sacrificio de un exprocurador. Quieren a altos mandos del Ejército. Para ellos lo importante no es saber quién secuestró y mató a las víctimas del 2014, sino cómo impulsan su revolución.