Radiografía de la violencia

Los nuevos gobernantes no han sido capaces de detener la escalada de muerte, sangre y destrucción

La violencia criminal en México no tiene límite y los cambios en los gobiernos estatales no han logrado frenar la inercia que arrastramos desde hace dos décadas. 

Todos los días hay  escenas dantescas: personas decapitadas, ejecutados, cuerpos disueltos en ácido, mutilados, descuartizados; algunos expuestos en la vía pública, otros encontrados en fosas comunes y miles de desaparecidos de la faz de la tierra. 

Un total de 15 gobernadoras y gobernadores asumieron este año el poder en diferentes estados del país. Hay nueve entidades federativas, donde los morenistas tomaron posesión, que viven un verdadero infierno con ocho asesinatos cada día -en promedio-, balaceras y fuego cruzado entre las bandas criminales. 

Los nuevos gobernantes no han sido capaces de detener la escalada de muerte, sangre y destrucción, pese a la presencia de miles de elementos de la Guardia Nacional. 

En Michoacán, por ejemplo, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla logró el apoyo de la Federación para desplegar 17 mil fuerzas federales y hacerle frente a los 12 grupos criminales que tienen bajo su control diferentes zonas de la entidad.  

Sin embargo, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante los primeros 60 días del gobierno de Ramírez Bedolla se cometieron 508 asesinatos. 

Un promedio de ocho homicidios dolosos al día, cifra que repunta en sucesos específicos, como ocurrió el 30 de noviembre con 15 muertes violentas, 13 más el 1º de diciembre y 11 casos adicionales registrados el 2 de diciembre. 

Zacatecas, con David Monreal, también experimenta el fracaso de las estrategias de seguridad. Con todo y la presencia de más de 3 mil 900 elementos del Ejército y de la Guardia Civil, los grupos criminales mantienen su hegemonía y la fuerza de la violencia, con el asesinato de 450 personas en tan sólo 81 días.

Un promedio de cinco víctimas mortales diariamente, número que crece escandalosamente en eventos como los registrados el 14 y 20 de noviembre, con la masacre de 13 y 20 personas, respectivamente. 

Ni qué decir de Sonora, Guerrero, Baja California, Sinaloa, Colima, Nayarit y Tlaxcala. Durante las campañas, los candidatos de Morena prometieron acabar de un plumazo con el crimen y la violencia. Hoy son gobernantes que incumplen sus promesas, incapaces de frenar a los cárteles de la delincuencia organizada. 

Desde el Cártel Jalisco Nueva Generación, pasando por el Cártel del Golfo, los Caballeros Templarios y de Santa Rosa de Lima, el crimen se ha apoderado de largas extensiones de territorio.  

Cada vez hay más pueblos fantasmas. La gente sigue abandonando sus casas para escapar de los conflictos y de la violencia, un desplazamiento forzado que entre 2009 y 2020 sumó la migración de 357 mil desplazados. Aún no termina 2021 y ya van 37 mil personas que huyeron despavoridamente del horror. 

Es la radiografía de la violencia en estados cuyos gobernantes aun no terminan por asentarse. Algo está fallando y no somos la ciudadanía.