Pecado de orgullo

Una columna de Sergio Sarmiento. No estamos ya acostumbrados a tener guerras en las regiones más desarrolladas del mundo.

No estamos ya acostumbrados a tener guerras en las regiones más desarrolladas del mundo. La última en Europa fue la de Bosnia Herzegovina, de 1992 a 1995, hace tres décadas, producto del colapso de la antigua Yugoslavia. 
Hoy vemos, sin embargo, una nueva contienda bélica, con la muerte y destrucción que esta implica, en la misma zona que antiguamente dominaba la URSS. Rusia, el viejo país hegemónico de Europa oriental, que sigue teniendo una gran relevancia militar, aunque ya no económica, ha lanzado una invasión a su vecino Ucrania con la intención de engullir ese país que antes fue parte, como Rusia, de la Unión Soviética
No hay comparación en el tamaño de ambos: ni en su geografía o población, ni en su capacidad militar. La economía rusa es relativamente pequeña: mayor que la de México, es cierto, pero menor que la de Texas. El país, sin embargo, tiene el mayor ejército del mundo y gasta 10 veces más que Ucrania en sus fuerzas armadas. Tiene, además, el mayor número de cabezas nucleares, 6,257, más incluso que Estados Unidos, que cuenta con 5,550. 
Vladímir Putin, el presidente de Rusia, se ha preparado metódicamente para esta invasión. Una vez que logró separar de Georgia a Osetia del Sur y Abjasia, en los años noventa, las tropas rusas pelearon una guerra contra Georgia en 2008 para impedir que las recuperara. En 2014 Putin reconoció la independencia de Crimea y luego mandó a su ejército a dominar la península para después anexarla. El 24 de febrero de este 2022, a pesar de que una y otra vez negó estar preparando una intervención militar en Ucrania, reconoció a las provincias separatistas de Ucrania oriental, Donetsk y Lugansk, y luego mandó tropas al vecino país en una invasión que se ha extendido a todo el territorio ucraniano. 
Putin nunca ha ocultado que piensa que Ucrania es una parte integral de Rusia y que no tiene derecho a ser un país soberano. Los ucranianos claramente no están de acuerdo y por eso han presentado una resistencia enorme a la fuerza invasora. Putin, sin embargo, ha cometido un error. Después de sus intervenciones en Georgia y Crimea, se había acostumbrado a obtener todo lo que quería, como Adolf Hitler, que en marzo de 1938 anexó Austria a Alemania, en septiembre los Sudetes de Checoeslovaquia y en marzo de 1939 toda Checoslovaquia. Solo cuando invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 los países occidentales reaccionaron y le declararon hostilidades. Así comenzó la Segunda Guerra Mundial
Ni los países de Europa ni Estados Unidos han reaccionado de la misma manera contra Putin. No le han declarado la guerra. Pero la invasión de Ucrania ha logrado una unidad sin precedentes de las naciones democráticas. La Unión Europea ha mandado armas a Ucrania, Alemania ha decidido aumentar su gasto militar a 2 por ciento del PIB y ha suspendido el gasoducto Nordstream 2, Suiza ha abandonado su neutralidad tradicional y ha aplicado sanciones financieras contra Rusia y sus magnates, Suecia y Finlandia están reconsiderando su negativa a formar parte de la OTAN, Estados Unidos ha impuesto duras sanciones financieras a Rusia, Turquía ha bloqueado el paso de buques rusos por el estrecho del Bósforo. 
Putin, como tantos otros dictadores, se ha ensoberbecido en la soledad del poder. No ha entendido que ya había tomado todo lo que podía sin generar una reacción y poner en riesgo su propio poder. Ha cometido el pecado de orgullo, el hybris del que los antiguos escritores griegos advertían a los gobernantes. Y este pecado puede hacer caer incluso a los más poderosos. 
Twitter: @SergioSarmiento