'Lo mejor es lo peor que se va a poner'
El título de esta colaboración no solo es una frase dicha varias veces por el presidente López Obrador en sus mañaneras sino el anuncio de lo que viene con el fin del sexenio.
Prueba de ello es lo que recién ocurrió en el Congreso de nuestro país. Sin pudor alguno, en esos días el presidente dio muestra de su visión. Actuó a los ojos de todos como el gran legislador, dio línea a los senadores de Morena, y actuó desde Palacio Nacional como el coordinador de facto de la sucesión.
Sin distinguir entre poderes, y sin ninguna distancia entre el gobierno y su partido, AMLO actúa como el único actor de la escena pública con legitimidad, por encima de todo y de todos. De ahí que no tenga problema en golpear lo mismo al Poder Judicial, que a los organismos autónomos, los medios de comunicación o los activistas ambientales.
López Obrador ya lo ha dejado claro, se resiste a tener un final de sexenio desde el ocaso del poder, y en contraste, aspira a sacar el resto de su agenda, ya sea que pase por destruir instituciones, concentrar el poder en su persona o militarizar aún más la administración.
Con un elemento adicional, el presidente no solo espera a marcar la agenda el año y cinco meses que tiene por delante, sino que trata de controlar a la siguiente administración, para lo cual buscará establecer leyes y repartos de poder que hagan más difícil a su sucesor(a) cambiar algo de lo que considera su visión.
Al país le espera un periodo de más polarización, conflictos y ejercicios autoritarios desde el poder presidencial.
Lo que vimos la semana pasada es la muestra de lo que habremos de vivir, porque como dice López Obrador, lo mejor es lo peor que se va a poner.