La trata de personas, en tiempos de guerra
Una columna de Hannia Novell.
La guerra que Rusia hizo estallar para ocupar el territorio de Ucrania ha provocado la destrucción de ciudades enteras y el desplazamiento forzoso de millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus tierras para buscar refugio, agua y alimentos.
En esta situación de emergencia, el dolor parece interminable. Medios de comunicación internacionales han empezado a alertar sobre un fenómeno indecible: las mujeres y niños ucranianos están siendo blanco fácil de bandas internacionales de trata de personas.
El instinto de supervivencia lleva a las personas a escapar de la línea de fuego, del estallido de bombas y la destrucción de casas y refugios. La mafia ha aprovechado este caos para atrapar en sus redes a las personas más vulnerables, con fines de explotación sexual y laboral, mediante el uso de la amenaza, la fuerza o la coacción, el fraude y los engaños.
La Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), a través del Grupo de Expertos en la Acción contra la Trata de Seres Humanos (GRETA), alertó sobre el aumento del flujo de refugiados en Europa, el mayor desde la Segunda Guerra Mundial, y la presencia de delincuentes disfrazados de voluntarios de paz.
El GRETA calcula que más de tres millones de personas han huido de Ucrania, el 90 por ciento son mujeres, adolescentes y niñas que solas, sin protección familiar ni institucional salen a toda prisa de los territorios de riesgo.
Por fortuna, han hallado solidaridad y acompañamiento de diversos países del mundo, quienes los esperan en las fronteras con ropa, comida y agilidad en el trámite de cartillas de refugiados.
Lamentablemente, entre estos grupos de solidaridad genuina han detectado delincuentes que se hacen pasar por integrantes de la Cruz Roja y organizaciones no gubernamentales, para sorprender a las víctimas de la guerra y convertirlas en víctimas de trata.
Amnistía Internacional explica que los traficantes utilizan la situación de ansiedad que sufren los desplazados y los engañan, ofreciéndoles opciones falsas de refugio. En realidad, los tratantes de personas tienen ya una ruta bien trazada para el tráfico y la explotación de las mujeres.
La Comisión Europea reportó recientemente que entre 2017 y 2018 se registraron más de 14 mil víctimas de trata dentro de la Unión Europea y las millonarias ganancias que obtienen por esta explotación criminal asciende a los 29 mil 400 millones de euros al año.
La trata de personas, advierten los especialistas, es un negocio muy oscuro, en el que someten a sus víctimas para la explotación laboral, el matrimonio forzoso, la mendicidad y el tráfico de órganos. No obstante, la explotación sexual es la práctica más extendida entre los traficantes, quienes utilizan territorios como el de Alemania, donde está legalizada la prostitución.
Durante su tránsito, las personas traficadas sufren violencia física, violencia sexual y amenazas. Aún no han llegado a los lugares donde serán vendidas como si fueran mercancía y ya tienen graves daños en su salud física y mental, que pocas mujeres logran dejar atrás, aunque logren su libertad.
Las alarmas están encendidas. Es preciso que el concierto de las naciones brinde atención especial a este fenómeno, brindar información oportuna y suficiente a los desplazados, y coordinar esfuerzos con organizaciones de la sociedad civil plenamente identificadas, a fin de cerrar los espacios que ocupa la mafia para apoderarse de la vida, la dignidad y el futuro de las mujeres, adolescentes y niñas que huyen de la guerra. Porque La tragedia no termina cruzando la frontera, ahí quizás empieza otra guerra que librar.