La paz no es pasiva
La senadora Indira Kempis nos da su reflexión sobre lo ocurrido en Israel.
Hay dolores que no se curan. El proceso largo de reconciliación entre Israel y Palestina apenas había llegado a una resolución de ambas partes cuando un grupo de radicales rompió toda posibilidad de pacificar el futuro de una región que tiene una disputa añeja por el reconocimiento del Estado palestino y, a la vez, del territorio israelí.
Habría que poner en su justo lugar este conflicto para no caer en la dicotomía que vende el miedo: estar a favor o en contra de un grupo. Aquí hay una sola cosa que nos debe quedar claro en el marco del derecho internacional. No se debe atacar a civiles. La atrocidad se debe denunciar desde donde vengan esos bombardeos sangrientos contra una población que no debe estar pagando las facturas.
Éste el momento que quizá represente una oportunidad histórica para cambiar el rumbo de lo que ya suponemos es un problema para el mundo que durante cientos de años no ha sabido qué más hacer respecto a esta situación.
Por eso es importante levantar la voz por las víctimas inocentes, pero también confrontar a ambos lados a que reanuden un proceso de conciliación. La guerra, que beneficia a las élites y a los políticos populistas, que imprime billetes y que la pagamos todos con impuestos, no puede ser una salida en pleno 2023.
Mientras esta presión internacional puede llegar a un entendimiento, hay que ayudar hasta donde sea posible a quienes sufren la pérdida de su libertad y a nuestros compatriotas que, lamentablemente, están viviendo lo que ya no queremos: la guerra.
Cuando reconozco que la paz no es pasiva es que atravesarla causará dolor, pero es momento de no quedarnos callados ni con los brazos cruzados. Que el origen no sea destino para judíos ni palestinos que hoy están prácticamente dependiendo de un grupo de personas a las que les es conveniente este caos.