Adiós a las campañas

El periodista Mario Campos aborda las estrategias de Sheinbaum, Xóchitl y Máynez durante su campaña por la Presidencia.

Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum y Jorge Álvarez Máynez durante eventos de campaña.
FOTO: Cuartoscuro

Terminaron las campañas y habrá que esperar solo unos días para conocer el impacto final de estos meses (en algunos casos, años) de promoción. Las estrategias, hay que decirlo, fueron muy claras.

En el caso de la campaña de Morena, la apuesta fue convertir la elección en un plebiscito sobre la llamada Cuarta Transformación. A través de spots, discursos, debates y de la ilegal y permanente intervención presidencial, el objetivo fue vender a los electores la idea de que el país va bien, que las políticas seguidas son las correctas y que lo que toca es apoyar la continuidad del proyecto lopezobradorista, ahora en su segunda temporada.

En esos meses quedó claro que lo que ofrece Claudia Sheinbaum no es algo diferente, una visión distinta a la actual, sino la continuación, incluso más radical, como ha dejado claro el llamado plan C. Quien vote por Morena en esta elección sabe que la ruta del militarismo, la concentración del poder, el debilitamiento de los órganos autónomos y la falta de diálogo con la oposición están cantadas. Todo, acompañado de un intenso uso de programas sociales y de un ambiente de descalificación a los que se consideran élites corruptas en la oposición, los medios y las organizaciones de la sociedad civil. Si eso es bueno o malo, será decisión de cada elector, pero las cartas están sobre la mesa.

En el caso de Xóchitl Gálvez, la apuesta también fue bien definida. Para ella, su campaña y los partidos que la avalan, la elección se trata de definir si el rumbo del país es el correcto, si la gestión de temas como la inseguridad y la salud ha sido adecuada, y de elegir entre lo que encuadran como una opción de retroceso democrático y la propuesta de regresar a las coordenadas del debate democrático anterior. Eso implicaría, entre otras cosas, retirar las empresas de las Fuerzas Armadas, volver a un esquema como el Seguro Popular, mantener la idea de organismos autónomos fuertes y volver al modelo de diálogo con la sociedad civil y los medios de comunicación.

Naturalmente, el reto de esa visión es convencer a los electores de que regresar o mantener parte de lo construido en las últimas décadas es deseable; convencer que la candidatura de Gálvez en sí misma es confiable y, claro, persuadir a los votantes de que el actual rumbo del país es peligroso tanto en términos de gestión como de libertades.

Finalmente, el modelo de Jorge (Álvarez) Máynez está encuadrado en la idea de la vieja política, que encarnarían las otras opciones, frente a su apuesta por la “nueva” política, hoy sin muchos referentes de contenido pero con un empaque atractivo en términos de marketing. Con canciones pegajosas y símbolos como los tenis fosfo fosfo, Movimiento Ciudadano se lanzó a la búsqueda del votante joven, en especial el universitario. Habrá que ver ahora si con esos mensajes les alcanzó no solo para ganar simpatías, sino para lograr que esos votantes acudan masivamente a las urnas para darles su apoyo.

Mientras Morena quiso vender la idea de la elección ya resuelta, convertida en un mero trámite, la alianza opositora trató de vender la necesidad de un voto útil para frenar el retroceso democrático, y Movimiento Ciudadano trató de colocar la idea de que no había solo dos sopas, sino que, en los hechos, con posibilidades reales, existía una verdadera tercera opción.

Será el 2 de junio por la noche cuando sabremos cuál de todas estas estrategias terminó por funcionar.