Dos semanas de vacío

El presidente López Obrador ha sabido salir de las crisis con relativa facilidad y escudándose en su arma más poderosa: su palabra.

Sergio Ricardo Hernández Mancilla*

Hasta el más hábil tropieza de vez en cuando.
El presidente López Obrador ha sabido salir de las crisis con relativa facilidad y escudándose en su arma más poderosa: su palabra.
Si algo tiene de maravilloso la mañanera es la capacidad que le ha dado a AMLO para marcar agenda y llenar todos los espacios mediáticos y políticos que le dan la gana. No hay actor político que le pueda competir en ese espectro.

En sus crisis anteriores había actuado con rapidez y dando la cara. 
Por ejemplo, cuando se hizo público el video de Pío López Obrador recibiendo dinero en efectivo de un empresario-funcionario, salió a dar la cara rápido, se deslindó de su hermano, llamó a investigarlo y hasta nos regaló aquella bonita puntada de que “eran aportaciones del pueblo para el movimiento”.
Muy a su estilo y con argumentos dudosos, pero llenó el vacío y le dio herramientas a sus seguidores y voceros para salir en su defensa.
O cuando se llevó a cabo el operativo en Mazatlán donde se capturó y liberó en minutos a Ovidio Guzmán; salió al siguiente día a dar la cara en la mañanera y dijo con contundencia que había sido él, y nadie más que él, con plena consciencia y responsabilidad, quien había dado la orden. Sin dudas ni tapujos.
Nuevamente impidió que se generaran demasiados vacíos y dictó línea para su defensoría pública.

Sin embargo, con el escándalo de su hijo José Ramón López Beltrán y su estilo de vida en Houston, Texas, el presidente y su equipo resbalaron. Su manejo de crisis fue desastroso; hicieron todo lo contrario a lo que dicta el manual más básico. Callaron mucho tiempo y dejaron que se generaran vacíos de comunicación por todas partes.

El día después de haber sido publicado el reportaje, Lopez Obrador hizo todo lo posible por ganar tiempo para no contestar a la gran pregunta que todos esperábamos. Normalmente contesta 4, 5 o hasta 6 preguntas por conferencia, pero el viernes 18 de enero decidió contestar solo una pregunta y hablar durante eternos minutos divagando alrededor de cuánto tema se le ocurrió para ganar tiempo suficiente y salir de la mañanera sin tener que hablar del asunto.

El lunes de la siguiente semana (31 de enero), casi 4 días después de haber sido publicado el reportaje, dio su primer mensaje al respecto, que mantuvo durante toda la semana de manera superficial: señalando a quienes publicaron y difundieron el reportaje, pero sin dar respuestas técnicas, argumentos, datos o evidencias de la presunta difamación.

Para el miércoles 2 de febrero, es decir, 6 días después de la publicación del reportaje, muchos esperábamos que la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana” nos diera una respuesta tantito más completa, pero su conductora también calló.
Elizabeth García Vilchis había tenido casi una semana para armar la presentación y no dijo nada. En la sección creada única y exclusivamente para desmentir la información falsa que pretende atacar al presidente, no pudieron desmentir lo que aseguran que es información falsa que pretende atacar al presidente.
Era claro que la instrucción era evitar el tema a toda costa.

Sin línea y sin información para el contraataque, algunos y algunas de las voceras de oficio llegaron al grado de mapear las zonas más caras de Houston, intentaron justificar que la casa del mayor de los hermanos López Beltrán es en realidad una humilde morada de nivel muy medio, tirándole a bajo, y otros hasta apelaron al machismo y al clasismo detrás de la nota. Empezaban a perder el quicio y, lejos de ayudar, hicieron un lodazal.

Pasaron 13 días desde que se publicó el reportaje de Latinus y MCCI hasta que
salió el Director de Pemex públicamente a hacer un aclaración de cuál es la
participación de la empresa Baker Hughes con la paraestatal mexicana, pero ya era muy tarde; el daño estaba hecho.

Casi dos semanas de malas respuestas, de falta de línea, de desorganización e improvisación en las que, además, el presidente no pudo evitar mostrar su molestia. Toda la semana se le vio desencajado, subido de tono y usando más adjetivos que de costumbre.

Hoy algunas encuestas muestran una caída en la aprobación del presidente. En realidad es difícil creer que responda únicamente al escándalo de su hijo y no a una suma de factores, y no debería de sorprendernos que en unas semanas se recupere -como lo ha hecho tantas otras veces en lo que va del sexenio-, pero lo que sí es evidente es que le dieron donde más le duele y respondió peor que nunca. Una lección que no deben olvidar el presidente y su equipo.
Dice la sabiduría popular que el que se enoja pierde.
No se vaya a enojar demasiado.

*Politólogo y consultor político. Socio de El Instituto, Comunicación Estratégica.
Desde hace más de 10 años ha asesorado gobiernos, partidos y candidatos en
América Latina.