A 5 años de 'Diles que Voten'
Diles que Voten llegó a tener un alcance de 163 millones de usuarios en las redes sociales con una causa: empoderar a nuestros paisanos
Por Israel Navarro*
Hay pocas familias latinoamericanas que no tienen un pariente, lejano o cercano, viviendo en Estados Unidos. Así es la migración. Unos se fueron buscando una vida mejor y otros decidieron quedarse en la madre patria por elección, convicción o apego a la tierra. Esto no parece relevante para un proceso electoral como la elección presidencial hasta que uno se da cuenta de la capacidad que tiene la familia latina para influenciar o estimular el voto. “¡Ándele mijo, salga a votar!”, “tía no se le olvide que la votación es el martes…”, “¡órale carnal, ponte las pilas y vota!”.
Así de simple: un recordatorio, una llamada, un poco de presión por parte de un familiar o amigo en el círculo dorado de un hispano podría tener más peso que cualquier publicidad política, y así elevar la participación de este grupo étnico, que tradicionalmente se había destacado por ser electoralmente poco participativo, por no decir apático. “No, pos que los güeros decidan, al fin que ellos sí votan” es una de las verbalizaciones que escuchamos en algunos grupos de enfoque que El Instituto llevó a cabo en Florida, Colorado, Arizona y Nevada, que nos mostró la falta de arraigo y sentido de pertenencia a Estados Unidos, y por ende falta de motivación para participar en los procesos democráticos.
¿Por qué los latinos votaban menos?
En el 2016 había en Estados Unidos una cifra estimada de 56 millones de persona de ascendencia hispana. No obstante, no todos pueden votar. Del total de latinos en Estados Unidos, no todos tienen un estatus legal, de ellos no todos cuentan una residencia permanente, y de ellos no todos eran elegibles para obtener la ciudadanía, requisito indispensable para votar. Sólo 27 millones tenían la posibilidad de hacerlo. Es decir, que habían logrado obtener la ciudadanía por nacimiento o naturalización.
Primer strike: la desidia de adquirir la nacionalidad, que en muchos casos se evade por no querer pagar más impuestos, por miedo al examen de ciudadanía (que implica conocimientos básicos de civismo y dominio mínimo del idioma inglés), o simplemente por evitar el papeleo legal y costos que implica la naturalización.
Strike dos: la ignorancia del proceso de empadronamiento. Además de ser ciudadano, hay que realizar el proceso de registro para votar. Este proceso varía de estado en estado. En algunos es tan fácil como palomear un recuadro al tramitar la licencia de conducir, y en algunos otros implica llenar formatos, pero en esencia, es una barrera adicional, especialmente para muchos hispanos que no tienen conocimiento de cómo hacerlo.
Strike tres: en el caso de los latinos de primera generación, los llamados newcomers, léase los que nacieron fuera de Estados Unidos y que emigraron típicamente por razones económicas, hay una desconfianza hacia el sistema (democrático y gubernamental) por la mala experiencia que tuvieron en su país de origen, como un gobierno que no le proporcionó al ciudadano las condiciones mínimas de desarrollo. Por ello, no esperan nada de un gobierno en un país en el que pueden sentirse ajenos. Este strike tiende a desaparecer en los descendientes de los recién llegados. Segundas y terceras generaciones asimilan más los procesos inherentes a la democracia y tienden a ejercer su derecho ciudadano como otros grupos étnicos más participativos.
El círculo dorado
Para el latino la familia lo es todo. Somos una cultura muy apegada a las relaciones entre parientes. Ergo, tiene más peso la recomendación o consejo que hace la madre, un primo o un hermano que el spot de un político. ¿Qué pasaría entonces, si los familiares de quienes tienen la posibilidad de votar en Estados Unidos los persuadieran de acudir a las urnas y ejercer su derecho ciudadano? Fue así como un grupo de consultores y estrategas políticos de El Instituto planteamos una estrategia comunicacional y de movilización para estimular el voto latino, y nació “Diles que Voten”. A esta iniciativa se sumó la agencia publicitaria Heurística, quienes llevaron la creatividad de la campaña.
La tesis era que cada familiar que aun radica en los países de origen de un posible elector en Estados Unidos podría ser un promotor del voto. 625 millones de personas impulsando la participación latina en la que sería la elección más controversial en la historia de Estados Unidos.
No obstante, en El Instituto nos fijamos una regla de oro: nos mantendríamos ajenos a las ideologías políticas. Diles que Voten no representaría los intereses de ningún partido o candidato. El proyecto se trataría simplemente de que la gente del círculo dorado de relaciones afectivas de los posibles electores hiciera que sus familiares y amigos salieran a votar y que, de esta manera, el voto hispano fuera quien definiera la elección presidencial del 2016.
Los números importan
Antes del 2016, históricamente el grupo étnico que más votaba en Estados Unidos eran los blancos con una participación que iba del 64% y 67%. Luego estaban los afroamericanos con una participación aproximada del 60%, que el 2008 con Barack Obama en la boleta en 2008 y 2012, llegó a incrementarse al nivel del voto caucásico (67%). Y posteriormente, pero con una gran brecha, estaban los hispanos y los asiáticos con números similares que rondaban entre el 47% y el 50%, y el 44% y 47%, respectivamente.
Sabemos que la presidencia de Estados Unidos se define por los votos del Colegio Electoral, pero el voto popular es un indicador crucial, y que su aumento o inhibición en estados claves, puede cambiar el curso de una elección presidencial o bien la conformación del Congreso. George Bush ganó la presidencia con 543 mil votos menos que Al Gore. Ganó su reelección ante John Kerry por una diferencia de 3 millones de votos. Posteriormente Barack Obama ganó la presidencia y su reelección por una diferencia de 10 millones y 5 millones ante John McCain y Mitt Romney, respectivamente. Diferencias porcentuales que van desde el 1% hasta el 8% del voto popular.
Esto quiere decir que, para la elección del 2016, si los latinos aumentaban su participación, en sus manos estaría la bisagra para inclinar la balanza, especialmente en estados en disputa como Florida, Arizona, Colorado y Nevada, todos ellos con gran porcentaje de población hispana, además de California, Texas, Illinois, Nueva York, Nuevo México, que a pesar de ser estados con una tendencia política clara, concentran a la mayor cantidad de ciudadanos de origen latino. Ergo, en sus manos estaba el rumbo del país. Sólo había que impulsarlos a que tomaran acción.
Se armó la fiesta latina
La campaña tuvo dos componentes: el impulso al registro de votantes hispanos para eliminar las barreras tramitológicas que separaban al latino de su derecho ciudadano e infundir emoción para combatir la desconfianza y la apatía hacia la elección. La primera etapa se llevó a cabo a través de organizaciones en Estados Unidos orientadas a promover la participación hispana, como Mi Familia Vota. De esta manera, se desarrollaron materiales, telemarketing y cambaceo para logar empadronar al mayor número de latinos y habilitarlos para votar en los meses previos.
Posteriormente, se desarrolló una campaña publicitaria para Latinoamérica y se difundió a través de redes sociales con el mensaje que definió al proyecto: ¡diles que voten! Emotividad, orgullo, empoderamiento, fuerza, comunidad, alegría, confianza era lo que transmitía cada pieza. Al punto que, con poca pauta, comenzamos a dar de que hablar.
Esto despertó interés de la prensa, y al estar entrar en los medios de mayor difusión de Latinoamérica y locales en Estados Unidos, y en las conversaciones del círculo rojo, llegaron los apoyos de influencers, conductores, periodistas, líderes de opinión y celebridades como Alejandro Fernández, Los Tigres del Norte, Intocable, Kinky, Alicia Machado, Lupita Jones, Arath de la Torre, y Brozo, entre otros.
Y llegamos…
Diles que Voten llegó a tener un alcance de 163 millones de usuarios en las redes sociales. Los spots tuvieron al menos 90 millones de impactos, más de 700 notas en medios sobre el movimiento, teniendo presencia en 15 países de Latinoamérica. Todo con una causa: empoderar a nuestros paisanos a que reclamen su derecho como ciudadanos estadounidenses.
Para la elección presidencial del 2020 la participación latina llegó al 67%. Nuestros paisanos salieron a votar como lo hacen los grupos éticos que definen la elección. Y seguramente en el 2024 será la comunidad con mayor peso político. Ellos serán quienes elijan al próximo presidente de Estados Unidos. ¡El poder latino ha despertado!
*Israel Navarro es Estratega Político, Socio del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica, y miembro fundador de Diles que Voten.