Hernán Cortés y la decisión política que fundó la Ciudad de México

Cuando los conquistadores españoles y sus aliados indígenas consumaron la conquista de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521, la ciudad quedó destruida.
El escritor José María Marroqui explica en sus crónicas del siglo XIX que la grande, opulenta y poderosa ciudad de que maravilló a Hernán Cortés y a sus soldados cuando entraron por la calzada de Iztapalapa (hoy Tlalpan), no era ya la misma que cayó en su poder el día que Cuauhtémoc fue hecho preso.
“Los cadáveres de los combatientes se encontraban insepultos en las calles; las casas, que aún quedaban en pie, totalmente desiertas, o habitadas algunas por gentes extenuadas y macilentas; los edificios más importantes, reducidos a escombros; en suma, fue tal la destrucción, efecto de la guerra, que algunos escritores han dudado si acaso era la ciudad tan grande como la describen los historiadores del tiempo de la conquista, porque apenas puede concebirse tanto exterminio en los setenta y cinco días que duró el sitio.”
Manuel Orozco y Berra, un connotado historiador contemporáneo de Marroqui, describe así el escenario que muy probablemente vieron ante sí españoles y mexicas.
“Los guerreros desnudos, con armas flacas, combatían contra hombres cubiertos de hierro, prevenidos de cañones y de mosquetes… El acero enemigo colmó de cadáveres las cortaduras de las calzadas, los fosos y las casas; la corrupción de los muertos envenenó el aire y la pavorosa peste se asentó entre los defensores: arrasados los edificios hasta los cimientos, luchaban aún sobre los escombros.”